Polvo y Cenizas: Las Secuelas de la Ambición Inmobiliaria en Chile
Pablo Caballero Moreira
Todo es polvo y cenizas en el Humedal Entre Cerros; todo es polvo y cenizas en Achupallas ese sector popular arrasado por los incendios de hace unas semanas. Todo es polvo y cenizas en Viña del Mar …
Todo es polvo y cenizas luego de estos incendios, que muchas organizaciones sociales de defensa del medio ambiente - algunas de ellas pertenecientes a pobladores de origen indigena - asocian al trazado de un megaproyecto para la construcción de una ruta perimetral en la zona.
Según estas organizaciones la ruta del fuego de los incendios que arrasaron más de 26.000 hectáreas y causaron la muerte de 131 personas, coincide con el trazado de uno de los proyectos incluidos en el plan quincenal de concesiones por más de 15 mil millones de dólares elaborado para 2021- 2025 por el segundo gobierno de Sebastian Piñera; el Proyecto Ruta Periferica Valparaiso, que esta emplazada sobre áreas de una gran biodiversidad, que además tiene un alto valor simbólico cultural para los pueblos originarios.
Ya en diciembre de 2022 otro incendio había quemado zonas urbanas y forestales, entre ellas el Santuario de la Naturaleza Palmar El Salto, destruyendo más de 500 palmas chilenas de cientos de años de antigüedad. En esta ocasión, otros dos enclaves de la biodiversidad fueron quemados: nuevamente la Quebrada del Kan Kan, y el Jardín Botánico, con una particularidad: son lugares con una distancia de 6 kilómetros una del otro, y en ambos pasan trazos de esta ruta proyectada y los incendios en cada uno de estos lugares fueron simultáneos, no eran para nada el mismo incendio … lo que refuerza aún más la teoría del fuego provocado.
Ya no hay cámaras de televisión cuando llegamos a Achupallas. Una semana después, en la era del rating minuto a minuto, los incendios ya casi no son noticia; el fallecimiento del ex presidente Piñera, y el día a día quitaron el foco de atención de los incendios, sus víctimas y por supuesto, de sus causas. La investigación sobre esto ya es un trámite burocrático más.
Esta mañana gris, la pequeña escuela Villa Independencia, transformada en centro de acopio, es un hervidero de gente y solidaridad. En la entrada una anciana llega en busca de todo, pues todo ha perdido. Al pasar la puerta hay una canasta con jugos y cereales, porque la primera preocupación es que la gente coma y tenga agua potable. Inmediatamente después, apenas ingresar al patio escolar más de 50 voluntarios incansables, preparan comida en una enorme olla común y descargan camiones con todo tipo de alimentos, medicamentos, productos de limpieza que llegan de todo Chile. Hay improvisados puestos de distribución por donde uno mire, baños químicos al fondo, y una segunda entrada por donde llegan sin parar camiones con provisiones. Ya no hay lamentos, hay trabajo, energía y un cruce de miradas que dicen: vamos a salir. Otra vez, vamos a salir.
Y banderas chilenas, hay muchas banderas chilenas. En cada casa derruida, en cada esquina, algunas chamuscadas por el fuego, alguna hecha jirones, pero allí están. No como signo de patrioterismo, sino - según me explicó Fabian Gimenez, un documentalista que fue parte del grupo - como símbolo de unidad, de comunidad. Pararse a la entrada de la escuelita es verlas en ventanas, en astas, o en un simple palo erguido en medio de tantos cerros color cenizas hasta donde da la vista. Es que el panorama es ese: cerros color polvo y cenizas hasta donde alcanza la vista.
A unos minutos de alli, en la zona llamada Ampliacion Villa Dulce se encuentra el Espacio de Cuidado, Acopio y Olla Común Humedal EntreCerros, una organización comunitaria para la conservación del medio ambiente ubicada a unos pocos kilómetros de uno de los epicentros de los incendios; el Jardín Botánico de Viña del Mar.
Aquí, nos encontramos con otra de las razones claras de los incendios ocasionados: la especulación inmobiliaria, la vieja ambición de las inmobiliarias sobre las faldas de los cerros de la zona.
Denuncia que ya se venía realizando desde los movimientos organizados de pobladores, aun desde antes del incendio del 22 de diciembre de 2022. Es que, como se ha visto también en otros lugares de nuestra Latinoamérica, la forma más común con que las inmobiliarias expulsan a los pobladores de los lugares donde quieren instalar su negocio, es con fuego.
Y frente a esto, la gente resistiendo. Los pobladores organizándose, autogestionando sus comunidades, sus campamentos, sus asambleas. Esa cuestión que aún está ausente en este Chile de hoy: ”la autogestión para hacer ciudad”, al decir de nuestra gran amiga Ana Sugranyes. Es que en el fondo la política de vivienda chilena - si se la pudiera tomar como una sola - nunca se ha dado instrumentos normativos hacia la autogestión. Esa autogestión que en distintos niveles, si practica la gente.
Algunos organizando “tomas” de terrenos desde las de 1957 en el sur de Santiago hasta las tomas de Peñalolén en los 90, en plena transición a la democracia, y que hoy se replican en campamentos como Los Arenales en la región de Antofagasta, por poner un ejemplo. Otros, ya por vías más institucionales, ubicando y presentando terrenos a la postulación vía SERVIU (Servicio de Vivienda y Urbanización) un órgano regionalizado encargado de ejecutar en cada territorio la política habitacional, y frente al cual presentan tediosos y largos trámites burocráticos a fin de llegar a la compra del terreno, la postulación de las familias y la posterior construcción a través de empresas privadas.
Pero a partir de ese esfuerzo están demostrando que es posible autogestionarse; ya sea para destrabar la maraña estatal en este caso, o para gestionar verdaderas mega comunidades de más de 5000 familias como es el caso de Los Arenales, con guarderías, con policlinicas, con centro de cuidados para la infancia, adultos mayores o víctimas de violencia de género. ¿Qué más ejemplos de que si se puede ?
Y pareciera que quien no los ve, es la clase política chilena; quien no quiere verlo, quien no tiene la convicción que su pueblo puede, aunque cada día, le demuestra que sí puede. Y ese mismo pueblo chileno sin dudas lo seguirá demostrando, e irá construyendo entre organizaciones sociales, activistas y académicos ese camino hacia la autogestión, para que llegue el día en que no deba flamear la bandera tricolor de la esperanza en comunidades convertidas en polvo y cenizas.