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La gran apuesta: es tiempo de Cooperativas

Pablo Caballero Moreira

La puesta del sol aquí en Asunción regala un engañoso espectáculo visual: como fotografía  el enorme sol color rojo ocultándose sobre las mansas aguas del Rio Paraguay mientras una bandada de patos nativos llamados mbigua posa sobre un banco de arena en medio del rio; ciertamente es una gran toma. Pero detrás de ese paisaje se ocultan la histórica bajante del rio (casi 7 cts. diarios, según las personas del lugar), y el humo de los enormes incendios forestales que azotan la región y dan color rojizo al sol y un aspecto nublado casi permanente a la ciudad.

Los incendios como arma para los desplazamientos y desalojos

Esta postal de Asunción, refleja la devastadora ruta de los  fuegos que afectan varias regiones de Sudamérica; los hay en Ecuador, Brasil, Bolivia, Perú, Venezuela, Argentina y Paraguay; y como aquí en varias ciudades sudamericanas el horizonte no se ve, solo se ve humo. Es que según el Servicio de Monitoreo Copernicus, una lengua de gases de efecto invernadero ahoga la región, un daño provocado por la quema de vegetación difícil de dimensionar hasta ahora.  Si bien la histórica sequía que vive la región favorece la aparición y expansión de los focos, la causa está clara: el factor humano. En vastas regiones las malas prácticas agrícolas, las llamadas “quemas controladas” son la causa del desastre.

Como en Asunción, el humo de la extensa llanura boliviana de Chiquitania  zona de transición ecológica entre el gran chaco y la amazonia, ahoga los cielos de Santa Cruz de la Sierra, y ha desplazado a cientos de familias debido a la ambiciosa expansión agrícola que avanza en la zona. Algo similar sucede en una de las últimas reservas del gran bosque chaqueño en Córdoba, Argentina: el Parque Provincial Chacani donde buena parte de sus 5000 hectáreas fueron quemadas destruyendo el ecosistema de llanura y montaña que lo componen.

Allí las autoridades han admitido la intencionalidad de los incendios, y la población denuncia que tras ellos, hay intereses inmobiliarios que impulsan la modificación del uso del suelo para la construcción de nuevos proyectos urbanos en el lugar. Cambio prohibido por ley, desde 2010 en adelante.  Otra muestra de los mega proyectos como causa de incendios que buscan desplazar a la población originaria fueron los ocurridos en Valparaíso, Chile a principios de 2024, donde organizaciones sociales lograron probar que la ruta del fuego de los incendios que provocaron al menos 131 muertos;  coincidía con el trazado del proyecto Ruta Periférica Valparaíso, pensado sobre esta zona eco protegida; línea de fuego muy similar a los ya ocurridos en 2022.

Pero el fuego no solo funciona como arma de desplazamiento de los pobladores en zonas rurales, también es un método comúnmente utilizado en las ciudades. Según el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) la mayoría de los incendios ocurridos en Lima Metropolitana entre enero de 2020 y diciembre de 2023, han afectado principalmente las zonas del Centro Histórico y el Rímac, dos barrios ambicionados por las grandes cadenas de supermercados para instalar allí depósitos y almacenes. Los datos del INDECI muestran que de 224 viviendas inhabitables productos de los incendios en la capital, 73 se encuentran en estas zonas (un 32,6%). Lo mismo ha sucedido en otras capitales sudamericanas a lo largo de este año, y tal vez el ejemplo más apabullante sean las 40 viviendas consumidas en la Costanera Norte de Asunción hace poco más de un mes que estaban ubicadas en un centro de refugiados damnificados de las inundaciones producto de las crecidas cíclicas del Rio Paraguay que estaban viviendo en ese “centro temporal de alojamiento” desde las inundaciones de 2014, o sea hace 10 años.

Los Centro Históricos: entre el abandono y la indiferencia

Otra cara de la misma moneda son los Centro Históricos de muchas de las ciudades capitales de la región, todas con un pasado colonial y por ende con un gran valor patrimonial desde lo arquitectónico y lo cultural.  Los desplazamientos forzados en zonas rurales por el cambio en la forma de producción que ha expulsado la producción familiar para implantar los grandes latifundios y el monocultivo, han tenido históricamente en la forzada migración campo – ciudad, una de sus más desafortunadas consecuencias.

Las ciudades capitales muchas veces concentran el mayor número de oportunidades de servicios administrativos, de salud y educativos; entre otros que brindan los Estados, e igualmente las pocas oportunidades laborales – generalmente en la informalidad – que esa migración interna puede encontrar.  Es así que dichos trabajos informales, callejeros, de servicio doméstico, reciclado de basura, venta ambulante, etc.; hacen que la mayoría de esos migrantes se asienten en los recodos de los Centro Históricos, viejas casonas, quintas, solares y conventillos venidos a menos, pero que son asiento de estas familias desde que el fenómeno migratorio existe hace más de 50 años en muchos países de la región. En muchísimos casos acompañados de una precaria, cuando no; inexistente seguridad de tenencia, hacinamiento, falta de servicios, y ausencia absoluta de mantenimiento.  Y esto nos lleva a otro drama sin atención en la mayoría de los casos: la vulnerabilidad de los Centros Históricos como patrimonio arquitectónico y cultural.  Pongamos como ejemplo los casos de dos de las ciudades más antiguas de la región: Asunción, capital del Paraguay; y Lima, la capital peruana.

Asunción cumplió este último 15 de agosto: 487 años.  Fundada en 1537 por el español Juan de Salazar, es llamada  desde los tiempos de la conquista: “la madre de ciudades”, ya que desde aquí partieron los intentos de fundación y refundación de varias importantes ciudades de la región como son Buenos Aires, Corrientes, Santa Fe, Concepción del Bermejo en Argentina; Santa Cruz de la Sierra en Bolivia; Santiago de Jerez, y Ciudad Real en Brasil.

Pero a pesar de su importancia histórica, y la supervivencia de algunas edificaciones de la época colonial y de la primera independencia, como puede ser la Casa de la Independencia (tal vez de las pocas excepciones en términos de conservación, junto a la Casa Viola en la llamada Manzana de la Ribera); en términos generales su enorme acervo arquitectónico patrimonial (más de 200 edificaciones) se encuentra en un alarmante estado de abandono. De hecho, no escapa al genérico abandono de la ciudad misma en la cual hay 19.653 viviendas desocupadas, de las cuales 11.865 están deshabitadas, 2920 en alquiler o venta, y 1.314 en estado de abandono. Muchas de estas últimas están dentro de las 200 declaradas patrimonio arquitectónico de la ciudad. Los altos precios de la renta han ido expulsando a sus habitantes, tugurizando la zona, haciéndola más deshabitada,  peligrosa y oscura.

 

El caso de Lima, es aún peor. Dos años más antigua que la capital paraguaya, su historia de 489 años, recorre gran parte de la historia de Sudamérica. Desde la primera conquista, su pasado virreinal la vio ser el último bastión de la corona española en caer en manos independentistas. En sus calles y en sus barrios, transitaron los grandes libertadores del continente. Su patrimonio es incomparable, tanto así que en 1972 su Centro Histórico – heredero del mítico Damero de Pizarro, el original trazado colonial – fue declarado Patrimonio Cultural por la Unesco, y en 1991 Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Sin embargo, el descuido y abandono al que están relegados sus más preciados edificios hace que año tras año la perdida de patrimonio tenga una nueva muestra; hace algunos años fueron los emblemáticos edificios de El Buque, en Barrios Altos, luego el Edificio Giacolleti en Plaza San Martin, en enero de 2023 un incendio se cobró la existencia de la histórica Casa Marcionelli y en enero de este año la falta de mantenimiento y los golpes de una obra no autorizada en un edificio cercano, provocó el derrumbe de la Quinta Pinasco, una de las más antiguas de la ciudad.

Según números oficiales de PROLIMA; el órgano desconcertado de la Municipalidad de Lima que promueve la recuperación del Centro Histórico hay 7.126 inmuebles con valor patrimonial, de los cuales 1.248 han sido declarados tugurizados e inhabitables. Prolima estuvo encargado de formular, durante 3 años, el Plan Maestro del Centro Histórico de Lima, el cual en el 2029 será el documento técnico normativo que se propone conseguir recuperar las condiciones de habitabilidad del Centro Histórico para el año 2035. Mientras esto se desarrolla, lo cierto es que según sus propios datos, de los 735 edificios con carácter de monumento histórico ubicados en el Damero de Pizarro, el 83% está en peligro de colapso y más de 47 mil familias viven hacinadas en edificios históricos. Pues no solo se trata de recuperar patrimonio, tras la fachada de un edificio recuperado y el patrimonio salvaguardado deben vivir familias, la misma gente que hoy habita esos barrios deben quedarse y hacer de ese lugar, un lugar vivo.

La Ciudad Vieja de Montevideo: una buena práctica que muestra el camino

En 1990, Montevideo, la capital de Uruguay comenzó un camino virtuoso en cuanto a la recuperación del patrimonio de su centro histórico conocido allí como la Ciudad Vieja una pequeña península, rodeada al oeste, sur, y norte –donde se emplaza el Puerto de Montevideo– por las costas del Río de la Plata una zona de amplio interés histórico y arquitectónico, caracterizado por la concentración de construcciones de estilo art decó y art nouveau que alberga hoy una gran cantidad de edificios administrativos y de oficinas, siendo sede de importantes instituciones financieras, empresas, oficinas gubernamentales, museos, galerías de arte y centros culturales.  Pero esto no siempre fue así, hasta ese año 1990 se mantenía tugurizada, deshabitada y convertida en zona de alto riesgo.

Que paso ? Fundamentalmente dos cosas: la forma del uso del suelo y el comienzo de la rehabilitación de edificios del centro histórico a través del modelo cooperativo de viviendas.  Por un lado en 1990, el gobierno municipal crea después de muchos años de incidencia de la sociedad civil organizada en federaciones de cooperativas de viviendas; el banco municipal de suelos. Y derivo allí a través de distintos mecanismos, varias casas y casonas abandonadas en el centro histórico.  Por otro lado, en un sector de la ciudad que en los 10 años anteriores había experimentado un descenso poblacional del 21,3 %, se demostró que  - a través de un programa piloto de rehabilitación de edificios obsoletos y en desuso - era posible que la población de menores ingresos, con apoyo de créditos blandos, organización cooperativa interna y trabajo colectivo (la ayuda mutua) concretara la propuesta. Esto permitió a través del aprovechamiento de estructuras y servicios ya existentes revitalizar el barrio. Arquitectónicamente, la altura de las viejas casonas permitía la división vertical a través de entrepisos, y la tipología de la casa con patio interno permitía la obtención de varios apartamentos utilizando a su vez, como áreas comunes y de circulación interna los viejos patios. Esta reutilización de los edificios como alternativa a la obra nueva, demostró que es una forma de construcción atada a la memoria e identidad de los pueblos.

Lecciones hacia adelante: es tiempo de cooperativas

Por repetido no deja de ser alarmante el precepto de que la crisis de la vivienda es un fenómeno global.  Tan global como la irregularidad  de soluciones que aqueja a los gobiernos, pues mientras en Estados Unidos uno de los presidenciables plantea una deportación masiva cuyo costo asemeja a la inversión (más que necesaria) en 2,9 millones de viviendas;  en Europa el cambio del Comisionado para la Vivienda abre las expectativas respecto a la nueva Carta de Misión donde conviven propuestas como un Plan Europeo para Vivienda Asequible, la posible financiación a través de EIB (European Investment Bank) y una propuesta para regular los alquileres temporales y el uso ineficiente del parque de viviendas.

Mientras tanto en América Latina – con honrosas y escasísimas excepciones- solo podemos hablar de desplazamientos, desalojos forzosos y centros históricos a punto de desplomarse. No será tiempo de animarse y aprovechar lo mejor que tenemos: nuestra gente ? Somos pueblos de ancestrales costumbres colectivas, somos comunidades de antiquísimas prácticas colectivas de trabajo como el tekio, la minga, o la gauchada. No será tiempo de darle vida a nuestro patrimonio cultural y arquitectónico, y de generar políticas públicas con participación de nuestra gente, sólido respaldo técnico y apoyo estatal que conviertan a la vivienda definitivamente en un derecho?

No será tiempo de cooperativas …


 
Gabriela Rendon